William Adolphe, murió tal día como hoy hace 109 años.
Pero no lo recuerdo por ello. Todos los días lo recuerdo en mayor o menor medida. Y es que no hay verdad más verdadera que aquello que te produce un profundo placer, te acompaña en todos los días.
Mi historia de amor con Bouguereau comenzó hace muchos años atrás, en las clases de historia del Arte, y cuando profundicé en el Academicismo. Al principio me topé con nombres que ya conocía sobradamente, como Jacques Louis David, o Theodore Gericault, pero de repente, buceando entre imágenes me encontré con aquello que me causó tanta impresión.
Es ésto:
Pero no lo recuerdo por ello. Todos los días lo recuerdo en mayor o menor medida. Y es que no hay verdad más verdadera que aquello que te produce un profundo placer, te acompaña en todos los días.
Mi historia de amor con Bouguereau comenzó hace muchos años atrás, en las clases de historia del Arte, y cuando profundicé en el Academicismo. Al principio me topé con nombres que ya conocía sobradamente, como Jacques Louis David, o Theodore Gericault, pero de repente, buceando entre imágenes me encontré con aquello que me causó tanta impresión.
Es ésto:
Dante y Virgilio en el Infierno, 1850.
La belleza, que viene a nosotros de diversas formas, y en ocasiones, las más inesperadas.
Creo, que viendo la obra pueden vislumbrar todo aquello que me impactó. El terror, la violencia, la lucha, la "terribilitá" (que creía ahogada solamente en la escultura de Miguel Ángel), el vigor, la fuerza, las posturas, el hundimiento de las yemas de los dedos en la carne (cuál Plutón raptando a la Proserpina de Bernini).
Las miradas indolentes de Dante y Virgilio en su paseo por el Infierno de los Falseadores... la rodilla clavada en la espalda de Capocchio, mientras intenta zafarse tirando agónicamente del pelo de Schicchi.
La atracción de la fuerza desmedida y la intensidad de la violencia.
Bellísimo.
Las miradas indolentes de Dante y Virgilio en su paseo por el Infierno de los Falseadores... la rodilla clavada en la espalda de Capocchio, mientras intenta zafarse tirando agónicamente del pelo de Schicchi.
La atracción de la fuerza desmedida y la intensidad de la violencia.
Bellísimo.
Sólo una vez me han llamado la atención en un Museo. Fue en Orsay, cuando me fotografié ante él.
No podía dejar la oportunidad. Valió la pena.
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