Cuando era un infante (que no de España), los Viernes Santos eran bastante parecidos. Tardes moradas, de frío y siempre de un sabor añejo... Cosa que por entonces no sabía lo que significaba.
A las 20h en el Triunfo... Carretería, Soledad, Cachorro, y a las 22h para la cuesta de San Gregorio, en la puerta de las Lapas. Allí esperábamos a La O. El Nazareno bajaba imponente la cuesta, con el paso tan leve que tiene, haciendo volar su túnica lisa de siempre. La Expectación volvía Miguel de Mañara y la Contratación era una plaza de Luz. Bajaba con música propia además del acompañamiento del Carmen de Salteras, puesto que esas caídas con flecos de "Bellota" eran la mejor música que un costalero.
De allí, a la cuesta del Rosario. Donde todo se volvía de Silencio. Solo roto por los palermos de San Isidoro. ¡Que Hermandad! Desde principio a fin. La mires por donde la mires. Aires de otros tiempos encerrados en una burbuja que se torna en sueño atemporal.
Después... el silencio se volvía a romper. Las Esquilas del Muñidor. Un cortejo como jamás imaginé. Veía algo que otros Sevillanos de hacía siglos contemplaban lo mismo que yo. De allí a San Pedro.
Ése era mi gran regalo. San Pedro sin luz. Únicamente sonidos de eterna seriedad, y luces vagas que se confundían con el baño de plata que ningún orfebre nos podría regalar, salvo la luna de aquellas noches.
Venía el Misterio con paso abierto, únicamente marcado por el sudario, que rozaba con sus flecos el viento... Una caricia inerte, dormida y en paz. Aquél hombre en su regazo iba dormido. Pronto despertaría a la Pascua y a la Luz de su padre... Es como una obra de teatro grandiosa... La madre recupera su propiedad, el cuerpo de su hijo dormido, y lo aprieta en sus brazos, como si jamás lo hubiera abrazado. Una nana parece faltar en sus labios.
Ojalá fuera tan dulce como me parece a mí. Pero la historia real fue bien distinta a mi meloso discurso. Venció a la muerte. Aquél hombre sumido en el sueño de la vida venció a lo que ningún otro venció en ninguno de los días, desde que los días son días.
Con la Sagrada Mortaja, Sevilla entierra a su Cristo... y yo a mi Señor.
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El día 10, hice dos años de mi jura de Reglas en la Hermandad de la Sagrada Mortaja, por lo que los Viernes Santos son otros para mí, y solo guardo recuerdo de lo demás del día, y ojos para mi hermandad en tan Gloriosa (como triste) jornada.
A las 20h en el Triunfo... Carretería, Soledad, Cachorro, y a las 22h para la cuesta de San Gregorio, en la puerta de las Lapas. Allí esperábamos a La O. El Nazareno bajaba imponente la cuesta, con el paso tan leve que tiene, haciendo volar su túnica lisa de siempre. La Expectación volvía Miguel de Mañara y la Contratación era una plaza de Luz. Bajaba con música propia además del acompañamiento del Carmen de Salteras, puesto que esas caídas con flecos de "Bellota" eran la mejor música que un costalero.
De allí, a la cuesta del Rosario. Donde todo se volvía de Silencio. Solo roto por los palermos de San Isidoro. ¡Que Hermandad! Desde principio a fin. La mires por donde la mires. Aires de otros tiempos encerrados en una burbuja que se torna en sueño atemporal.

Ése era mi gran regalo. San Pedro sin luz. Únicamente sonidos de eterna seriedad, y luces vagas que se confundían con el baño de plata que ningún orfebre nos podría regalar, salvo la luna de aquellas noches.
Venía el Misterio con paso abierto, únicamente marcado por el sudario, que rozaba con sus flecos el viento... Una caricia inerte, dormida y en paz. Aquél hombre en su regazo iba dormido. Pronto despertaría a la Pascua y a la Luz de su padre... Es como una obra de teatro grandiosa... La madre recupera su propiedad, el cuerpo de su hijo dormido, y lo aprieta en sus brazos, como si jamás lo hubiera abrazado. Una nana parece faltar en sus labios.
Ojalá fuera tan dulce como me parece a mí. Pero la historia real fue bien distinta a mi meloso discurso. Venció a la muerte. Aquél hombre sumido en el sueño de la vida venció a lo que ningún otro venció en ninguno de los días, desde que los días son días.
Con la Sagrada Mortaja, Sevilla entierra a su Cristo... y yo a mi Señor.
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El día 10, hice dos años de mi jura de Reglas en la Hermandad de la Sagrada Mortaja, por lo que los Viernes Santos son otros para mí, y solo guardo recuerdo de lo demás del día, y ojos para mi hermandad en tan Gloriosa (como triste) jornada.
Comentarios
Si no quieres lo quito en cuanto me lo digas.
Un abrazo!