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Érase una vez...

Érase una vez una mujer. Morena, guapa, de mediana estatura... Cantillanera... Una enamorada de Triana, que pronto fue a vivir con su familia a la calle San Jacinto, encima del "Turia" frente al Infanta Luisa.

Matilde, que así se llamaba, cuidaba bien de los detalles y los pormenores de todo aquello que giraba en torno a sí. Todos los días, después de dejar a los niños en el colegio, bajaba san Jacinto, e iba a visitar a una ilustre vecina... De nombre, Estrella.

Se sentaba frente a ella, y le contaba sus cosas, y siempre se despedía con una oración corta. Cuando volvía de verla, Matilde iba más sonriente y más reconfortada.

Pronto la conocí, con los primeros albores de la vida. Matilde me inculcó pronto el amor a aquella mujer que conocí mucho después, y sin saberlo la quería. Matilde hizo bien su trabajo. Y su lucidez nos dejó, incluso mucho antes que ella.

Escribo ésto, porque hoy he visto a Estrella, como supongo que la veía mi abuela, Matilde.
Hoy Matilde es un ángel tenante de la nube de la Asunción de Cantillana, y una Estrella más en el firmamento de la gente buena... Y yo sigo aquí, descubriendo en la Estrella aquél amor que me inculcó mi abuela.


Las cosas Bellas permanecen en el tiempo...

Comentarios

Pepe ha dicho que…
Simplemente ¡PRECIOSO!
Zapateiro ha dicho que…
Una entrada muy emotiva, enhorabuena.

Un saludo.

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