Otra cosa no, pero en Sevilla somos proclives a la colocación de monumentos que ni nos van ni nos vienen. Incluso algunos de iniciativa privada.
Como el monumento que a iniciativa privada surgió por parte de una familia de capataces, y por parte de pocos costaleros de Sevilla que veían con ansia la realización de un monumento que representara la historia y tradición de estos colectivos en la ciudad. Siguiendo la estela de ciudades como Estepona y Oviedo entre otras que cuentan con un monumento a "los cofrades" en general.
El megalito ha contado con más ubicaciones que la Feria de Abril a lo largo de toda su historia, sin ni siquiera haberse estrenado. Y todavía no cuenta con su lugar definitivo en las calles de Sevilla. Se pensó en varias ubicaciones en el entorno de la Avenida de la Constitución. También se pensó en la plaza del Rialto y también, por últimas, en la nueva y pequeña plaza de San Marcos. Ubicación en la que finalmente no podrá ubicarse debido a la cercanía de un BIC (Bien de Interés Cultural) y por problemas relativos a la altura del pedestal del monumento.
Y es que el problema no reside en la ubicación, sino en la idoneidad del monumento.
Es un monumento que no consigue siquiera el apoyo de los integrantes del colectivo representado. Tampoco del total de aquellos colectivos relacionados con la Semana Santa. Y puede que sea esto último lo que no le da la seguridad para la definitiva ubicación.
Personalmente, como amante de la cultura y el folklore de la Semana Santa niego la necesidad de representación de un colectivo que lo que menos necesita es un monumento. Menos todavía en los últimos tiempos. Tiempos en los que asistimos a la constante prepotencia del mundo del costal que ha perdido descaradamente su idiosincrasia de humildad y su vocación de servicio para incluso, ejercer como grupos de presión o lobbies dentro de una hermandad, para la elección de determinados capataces, o para poner o quitar Juntas de Gobierno afines.
He crecido a la sombra de mi padre, que fue un costalero ejemplar. Por fin, tras 10 años de acudir a igualás en frías noches de invierno, otrora para nada, he conseguido convertirme en costalero. De él he aprendido que hay que ser constante. Que no hay que dejar de esforzarse nunca. Que no hemos de rendirnos. Y que lo más importante es pasar desapercibido, para no restar protagonismo a lo que verdaderamente lo tiene que es el Señor, o la Virgen.
Es por ello que Sevilla, y los costaleros de verdad, esos a los que espero imitar en comportamiento y en humildad, ya tienen un monumento singular, genuino, auténtico y excepcional. Y tenemos la suerte de poder visitarlo siempre que queramos. Y tenemos la suerte en ocasiones verlo bajo las estrellas y el cielo. Está en Triana. Su nombre es Rosario. Y es nuestra patrona.
No existe mejor monumento. Ninguno que se pueda equiparar a ella.
→Foto: Fran Narbona
Como el monumento que a iniciativa privada surgió por parte de una familia de capataces, y por parte de pocos costaleros de Sevilla que veían con ansia la realización de un monumento que representara la historia y tradición de estos colectivos en la ciudad. Siguiendo la estela de ciudades como Estepona y Oviedo entre otras que cuentan con un monumento a "los cofrades" en general.
El megalito ha contado con más ubicaciones que la Feria de Abril a lo largo de toda su historia, sin ni siquiera haberse estrenado. Y todavía no cuenta con su lugar definitivo en las calles de Sevilla. Se pensó en varias ubicaciones en el entorno de la Avenida de la Constitución. También se pensó en la plaza del Rialto y también, por últimas, en la nueva y pequeña plaza de San Marcos. Ubicación en la que finalmente no podrá ubicarse debido a la cercanía de un BIC (Bien de Interés Cultural) y por problemas relativos a la altura del pedestal del monumento.
Y es que el problema no reside en la ubicación, sino en la idoneidad del monumento.
Es un monumento que no consigue siquiera el apoyo de los integrantes del colectivo representado. Tampoco del total de aquellos colectivos relacionados con la Semana Santa. Y puede que sea esto último lo que no le da la seguridad para la definitiva ubicación.
Personalmente, como amante de la cultura y el folklore de la Semana Santa niego la necesidad de representación de un colectivo que lo que menos necesita es un monumento. Menos todavía en los últimos tiempos. Tiempos en los que asistimos a la constante prepotencia del mundo del costal que ha perdido descaradamente su idiosincrasia de humildad y su vocación de servicio para incluso, ejercer como grupos de presión o lobbies dentro de una hermandad, para la elección de determinados capataces, o para poner o quitar Juntas de Gobierno afines.
He crecido a la sombra de mi padre, que fue un costalero ejemplar. Por fin, tras 10 años de acudir a igualás en frías noches de invierno, otrora para nada, he conseguido convertirme en costalero. De él he aprendido que hay que ser constante. Que no hay que dejar de esforzarse nunca. Que no hemos de rendirnos. Y que lo más importante es pasar desapercibido, para no restar protagonismo a lo que verdaderamente lo tiene que es el Señor, o la Virgen.
Es por ello que Sevilla, y los costaleros de verdad, esos a los que espero imitar en comportamiento y en humildad, ya tienen un monumento singular, genuino, auténtico y excepcional. Y tenemos la suerte de poder visitarlo siempre que queramos. Y tenemos la suerte en ocasiones verlo bajo las estrellas y el cielo. Está en Triana. Su nombre es Rosario. Y es nuestra patrona.
No existe mejor monumento. Ninguno que se pueda equiparar a ella.
→Foto: Fran Narbona
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