Si colocara una balanza se rompería por el peso del lado malo.
Lo he intentado. Pero no lo he conseguido. He mantenido la fe hasta el último momento, pero ha sido imposible. Quedan menos de 22h para que termine 2015, y quedan menos de 22h para que cumpla un gran deseo.
Este que se va, se llevará consigo un cargamento de lágrimas duras. Amargas penas. Mucha nostalgia. Y poca alegría.
Lo que duele, marca. Y lo que marca, enseña. Y mi madre me ha enseñado mucho este año. Entre otras cosas, que ella es insuperable. Nada, ni nadie va a poder con ella. Ha superado batalla tras batalla. En una guerra lenta, penosa, cruenta, dolorosa, y muy costosa. Y larga. Sigue siendo larga.
Ella se va a despedir del 2015 con una sonrisa. La victoria se esconde tras esa sonrisa. La seguridad en sí misma. Y el amor. El amor que hemos derramado para colmarla, para intentar protegerla en la medida de lo posible.
Ha sido, por otra parte, un buen año en el plano laboral y académico. Estoy muy cerca de acabar la carrera. Y no voy a bajar el ritmo. Además de un propósito es una exigencia.
El año de quererte como si te perdiera, Colega. Y de saber que no te voy a perder.
Ha sido el año de las bodas. Cada una distinta y especial por algo en concreto.
Ha sido el año de ver entrar la Amargura, mientras hablábamos en Inglés, (¿a que sí, hermano?).
El año en que debía de haber visto a la Asunción dos veces. Y sólo la vi una.
Tengo tantas esperanzas depositadas en el año que viene, que me da miedo, que las esperanzas no se colmen, y aumenten en otro año más.
Acaba el 2015. Estoy tranquilo, sosegado, en calma, y expectante. Esperando.
Hoy por la tarde, me pondré los auriculares, y le pondré música al 2015. Será como ver alejarse a un palio, al que le ha caído una "mojá" tremenda, pero que vuelve a casa con la dignidad sobrante y resultante. No tiene la candelería encendida al completo, ni tampoco los candelabros de cola. Pero merece la pena.
Sonará Saeta Sevillana, de Gámez Laserna. Y todo volverá a comenzar. Con ilusión. Y con mucha esperanza.
Lo he intentado. Pero no lo he conseguido. He mantenido la fe hasta el último momento, pero ha sido imposible. Quedan menos de 22h para que termine 2015, y quedan menos de 22h para que cumpla un gran deseo.
Este que se va, se llevará consigo un cargamento de lágrimas duras. Amargas penas. Mucha nostalgia. Y poca alegría.
Lo que duele, marca. Y lo que marca, enseña. Y mi madre me ha enseñado mucho este año. Entre otras cosas, que ella es insuperable. Nada, ni nadie va a poder con ella. Ha superado batalla tras batalla. En una guerra lenta, penosa, cruenta, dolorosa, y muy costosa. Y larga. Sigue siendo larga.
Ella se va a despedir del 2015 con una sonrisa. La victoria se esconde tras esa sonrisa. La seguridad en sí misma. Y el amor. El amor que hemos derramado para colmarla, para intentar protegerla en la medida de lo posible.
Ha sido, por otra parte, un buen año en el plano laboral y académico. Estoy muy cerca de acabar la carrera. Y no voy a bajar el ritmo. Además de un propósito es una exigencia.
El año de quererte como si te perdiera, Colega. Y de saber que no te voy a perder.
Ha sido el año de las bodas. Cada una distinta y especial por algo en concreto.
Ha sido el año de ver entrar la Amargura, mientras hablábamos en Inglés, (¿a que sí, hermano?).
El año en que debía de haber visto a la Asunción dos veces. Y sólo la vi una.
Tengo tantas esperanzas depositadas en el año que viene, que me da miedo, que las esperanzas no se colmen, y aumenten en otro año más.
Hoy por la tarde, me pondré los auriculares, y le pondré música al 2015. Será como ver alejarse a un palio, al que le ha caído una "mojá" tremenda, pero que vuelve a casa con la dignidad sobrante y resultante. No tiene la candelería encendida al completo, ni tampoco los candelabros de cola. Pero merece la pena.
Sonará Saeta Sevillana, de Gámez Laserna. Y todo volverá a comenzar. Con ilusión. Y con mucha esperanza.
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