Ya sea recordando al legendario monstruo del Antiguo Testamento, o relatando acerca de la teoría de Hobbes, he acudido a éste título para describir y ponerle un término descriptivo a lo que se ha convertido la Semana Santa.
Parece que hablamos de Dios, pero Dios se fue. Todo ha cambiado. Le damos importancia a unas cosas que ya no la revisten. En cambio, lo que es verdaderamente importante, ya no lo reconocemos.
Sevilla se convierte en el centro del mundo (desde el punto de vista más humilde que se puede considerar) y se cubre de belleza absoluta para recibir al Padre. Pero la fiesta ha superado a la conmemoración, y la vanidad ha vencido a la fe.
Se habla de impacto económico como si fuera relevante. Se habla de la sociedad y de su educación. Se hablan de los problemas que concurren a la decadencia. Cuanto más decadente y mísera, más grande es el monstruo.
Un monstruo que se alimenta día a día de información, de una cuaresma que nunca acaba, y de cuchicheos y trapos sucios. Un monstruo compuesto por hermandades que no se comportan como tal, y que más bien pudieran ser denominadas (más laicamente) como "clubes sociales sin piscina". Con sus propias juntas de gobierno, compuestas a su vez por personas ávidas de poder, y que se envuelven en el cargo que desempeñan, se apoyan en su vara como si de un manípulo se tratara, y muestran el cordón de su medalla que cambia en su color con el de los demás hermanos.
Es sin duda un barroquismo exacerbado y exagerado. Vive de las apariencias, y conviértete en un personaje por el que seas reconocido y respetado, ya que siendo un ciudadano de a pie, no llegarás a ser reconocido por aquellos a los que te quieres parecer.
Y ésas tenemos...
Un gigante que se retroalimenta. Que sigue creciendo. Y que no vamos a limitar... porque en parte, tampoco nos interesa.
Parece que hablamos de Dios, pero Dios se fue. Todo ha cambiado. Le damos importancia a unas cosas que ya no la revisten. En cambio, lo que es verdaderamente importante, ya no lo reconocemos.
Sevilla se convierte en el centro del mundo (desde el punto de vista más humilde que se puede considerar) y se cubre de belleza absoluta para recibir al Padre. Pero la fiesta ha superado a la conmemoración, y la vanidad ha vencido a la fe.
Se habla de impacto económico como si fuera relevante. Se habla de la sociedad y de su educación. Se hablan de los problemas que concurren a la decadencia. Cuanto más decadente y mísera, más grande es el monstruo.
Un monstruo que se alimenta día a día de información, de una cuaresma que nunca acaba, y de cuchicheos y trapos sucios. Un monstruo compuesto por hermandades que no se comportan como tal, y que más bien pudieran ser denominadas (más laicamente) como "clubes sociales sin piscina". Con sus propias juntas de gobierno, compuestas a su vez por personas ávidas de poder, y que se envuelven en el cargo que desempeñan, se apoyan en su vara como si de un manípulo se tratara, y muestran el cordón de su medalla que cambia en su color con el de los demás hermanos.
Es sin duda un barroquismo exacerbado y exagerado. Vive de las apariencias, y conviértete en un personaje por el que seas reconocido y respetado, ya que siendo un ciudadano de a pie, no llegarás a ser reconocido por aquellos a los que te quieres parecer.
Y ésas tenemos...
Un gigante que se retroalimenta. Que sigue creciendo. Y que no vamos a limitar... porque en parte, tampoco nos interesa.
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