Me ha ocurrido esta misma mañana. Sacando a los perros.
Andando por donde siempre, me he topado con un parque. Y lo normal de los parques, niños jugando. Lo normal dentro de lo normal.
Y ahí he recibido un flash mental que me ha dejado muy pensativo y triste.
Me he parado, y he mirado alrededor extrapolando si en vez de Gaza, fuera aquí, entre nosotros, en nuestras casas. A nuestros niños, o a nuestros viejos.
No dejo de ver imágenes de niños muertos, padres llevándolos en sus brazos buscando la vida que se les escapa. Madres golpeándose buscando la culpa de unos inocentes que no saben nada de Sionismo...
Leo opiniones a diario. Veo noticias también a diario. Y lo único que cambia es el número de víctimas. Se acrecenta.
¿A quién debemos dirigirnos para suplicar el fin de ése genocidio continuado? Dios está muy lejos de aquí y parece no escuchar las plegarias de los padres, madres, hermanos, hijos, tíos o primos de las víctimas.
Si no paramos ésto, estamos siendo cómplices.
El infierno no queda lejos.
Fuente Fotográfica: Mohammed Saber EFE
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