Parecía... con éste vocablo verbal que empezara un pregón de alcurnia... Parecía...
Parecía que éste iba a ser el año distinto.
Parecía que éste año colgaría la túnica solo para tener el placer de verla colgada y airearse a éstos vientos de cuaresma que ya soplan.
Parecía que éste año cantaría, con la voz del quebranto y del peso, la Salve a la Salud, desde la fragua donde se forjaron mis sueños cuando era chiquitito.
Parecía que relevaría a mi padre en su puesto de Héroe... Que sería uno más allí debajo, que sus compañeros serían ahora los míos, y que sentiría el cansancio y las llagas en el cuello de aquellas noches de Lunes Santo en los que mi madre lo esperaba nerviosa, y cuando llegaba a casa le ponía un pañito de agua fresquita para apurar las llamas del trabajo...
Solo éso... Parecía.
Vuelvo a ser uno más, y uno menos. Cuando ensayé y ví que la trabajadera me iba escupiendo como si no fuera digno... Cuando las miradas desde fuera venían hacia mi rostro... Cuando noté que mi torso quedaba hundido y no era el de mis compañeros... Cuando noté que no podía ponerme recto bajo aquella losa...
Lo seguía intentando. La culpa era del costal. La culpa era de las zapatillas...
Relevo.
Cuando mi padre me miró el cuello, encontró la forma de prohibirme volver a meterme bajo aquél cielo que aunque doliera, y aunque pesara, y aunque no fuera mi sitio, era lo más grande, lo más bonito y lo que más ilusión me ha hecho en éstos 23 años que escriben.
Un cuello marcado durante tres días es lo que ha durado mi orgullo. Una espalda rota es lo que me ha servido para recordar que no ha sido un sueño más de tantos otros...
Y unas lágrimas de dolor, de saber que nunca más tendré ése sitio que es mío y que he procurado que sea mío desde hace 7 largos años.
Ahora voy obligado en busca de otro sitio bajo las trabajaderas de San Gonzalo... Pasarán años... Pero ése sitio se me debe.
No pude bajo la Salud. Así que será bajo el Soberano...
Fotografía: "Costaleros" Por Antonio del Junco.
Parecía que éste iba a ser el año distinto.
Parecía que éste año colgaría la túnica solo para tener el placer de verla colgada y airearse a éstos vientos de cuaresma que ya soplan.
Parecía que éste año cantaría, con la voz del quebranto y del peso, la Salve a la Salud, desde la fragua donde se forjaron mis sueños cuando era chiquitito.
Parecía que relevaría a mi padre en su puesto de Héroe... Que sería uno más allí debajo, que sus compañeros serían ahora los míos, y que sentiría el cansancio y las llagas en el cuello de aquellas noches de Lunes Santo en los que mi madre lo esperaba nerviosa, y cuando llegaba a casa le ponía un pañito de agua fresquita para apurar las llamas del trabajo...
Solo éso... Parecía.
Vuelvo a ser uno más, y uno menos. Cuando ensayé y ví que la trabajadera me iba escupiendo como si no fuera digno... Cuando las miradas desde fuera venían hacia mi rostro... Cuando noté que mi torso quedaba hundido y no era el de mis compañeros... Cuando noté que no podía ponerme recto bajo aquella losa...
Lo seguía intentando. La culpa era del costal. La culpa era de las zapatillas...
Relevo.
Cuando mi padre me miró el cuello, encontró la forma de prohibirme volver a meterme bajo aquél cielo que aunque doliera, y aunque pesara, y aunque no fuera mi sitio, era lo más grande, lo más bonito y lo que más ilusión me ha hecho en éstos 23 años que escriben.
Un cuello marcado durante tres días es lo que ha durado mi orgullo. Una espalda rota es lo que me ha servido para recordar que no ha sido un sueño más de tantos otros...
Y unas lágrimas de dolor, de saber que nunca más tendré ése sitio que es mío y que he procurado que sea mío desde hace 7 largos años.
Ahora voy obligado en busca de otro sitio bajo las trabajaderas de San Gonzalo... Pasarán años... Pero ése sitio se me debe.
No pude bajo la Salud. Así que será bajo el Soberano...
Fotografía: "Costaleros" Por Antonio del Junco.
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