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¿Que porqué escribo?

A tí te lo voy a decir... A tí, que nunca me lo preguntaste... A tí que te llega malsonante que yo sea un Sevillano de a Pie...

Un gentilicio con apellidos... ése es mi nombre... El que le escribe cartas a su tierra, con la esperanza de que mañana le llegue a sus oídos, lo guapa que está, sin que el tiempo sea un sino.

¿Que porqué lo escribo?...

Porque no tengo valor suficiente, para postrarme a sus plantas, pisar sus adoquines, o tocar su torre de marfil, o mirarme en el espejo verde de su río, o meterme debajo de su puente, o pasar por debajo de su arco... Por que no tengo valor de gritarle que la quiero, que no soy otro que ella no quisiera, y que al verla cada día me parece más guapa...

Todo se quedó en epístolas, o en cartas... con un remitente y un Destino... Sevilla.

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El Árbol de los Amigos...

La vida es como un río... quizás eso lo dé por hecho todo el mundo... quizás sea yo el extraño o el raro que la vea como un parque, un parque frondoso y lleno de árboles en el que un árbol trata de cada cosa, y otro de otra muy distinta... Hoy me he fijado en el árbol de los amigos, y he recapacitado sobre éste árbol, que siendo uno de los más grandes de mi parque, tiene muchas hojas de un color y otras de otro. Yo soy el tronco (sin afán de protagonismo), y hay diversas formas de ser amigo. Hay amigos que los llevas tan pegado al corazón, que forman una parte indisoluble de ti... Son unas ramas que salen del tronco, que ayudan a sostener la copa, cuando se acercan los días de viento, o las grandes lluvias. Son poco más que los dedos de mi mano, pero si ellos no estuvieran, éste tronco que les habla, sería más bien un hierbajo... Hay, otros amigos que salen de éstas ramas, son las ramitas, a los que quizás no veo en meses o en años, pero que siempre están ahí, y con 5 minutos...

Negro... Tiniebla... Y Morado...

El tacto... El futuro y el pasado. La vigilia y el sueño. La juventud y la vejez. El incienso y la mirra. El blanco y el negro. La nana y el réquiem. La Fe y la Esperanza. El Amor. El tacto de querer tocar y dar vida. El tacto de una lágrima corriendo despavorida por la mejilla doliente. La Caridad y la Piedad... El Silencio y la espera... Todo y nada, "in ictv oculi", en un abrir y cerrar los ojos... El Rey de la Tremenda Majestad... El cielo y la tierra. El temor y la angustia... Un patio frío, centenares de capas negras, un entierro... Un último cortejo fúnebre... El todo en una foto, el todo en una descripción... Enfila ya Doña María Coronel, enjuto en su silencio y en su discurrir... Como desde antaño. Como siempre... Y ésa mano, sigue posada en el cuerpo muerto, en el cuerpo de la Vida.