Aún con los días de frío que tenemos, en lo más hondo del alma hay un pequeño brasero que nos calma la Esperanza. Son 42 días de espera.
Todo cambia a su paso. Es como si existiera un operario de todo ésto. O varios. Si hay operarios que hacen que Sevilla sea un gran lugar en Navidad. Hay operarios invisibles que hacen que Sevilla sea el lugar más bello del universo en Primavera.
Como si lo viera. Subido a una escalera dotando a los naranjos de la ciudad salpicaduras blancas. Blancas como las túnicas que vestirán las niñas por primera vez, acompañando a la Borriquita el Domingo de los sueños...
Subido a un balcón, colocando colgaduras carmesíes, o banderas con el NO8DO en el Salvador. Bien sujetas, y bien coronadas con una palma trenzada.
Sentado en el Salvador, colocando tablas y tablas, para hacer del lugar, un sitio de diversión a nuestra infancia cofrade, que en recuerdos, todavía soñamos con unas papitas fritas en aquella plaza, subiendo y bajando la "rampla", o escalando para ver de cerca al paciente Montañes.
Subido alrededor de espadañas y torres, y avisando a los vencejos de que vuelen y píen celerosos, anunciando lo que está por llegar.
Subido al cielo, y pintando de colores distintos el techo que nos cubre. Por la mañana un Azul Hiniesta, por la tarde un Morado Estrella, y por la noche, un negro salpicado de estrellas, con sus brillos y sus sombras, como las túnicas que salen de la basílica de Jesús del Gran Poder.
Ya que estás subido al cielo, recuerda que no quiero manchas grises. Que ni a mí, ni a nadie en Sevilla nos gustan por ésta época.
Todo en relación. Un divino trabajo. Un operario divino, que sin verlo, y sin que nos demos cuenta, pasea por la ciudad con su escalera, y con su sonrisa dejando miguitas, para que nos demos cuenta que se acerca sin prisas, pero sin pausa, la Semana que es una Vida, y la Vida que es una Semana...
42 días...
Todo cambia a su paso. Es como si existiera un operario de todo ésto. O varios. Si hay operarios que hacen que Sevilla sea un gran lugar en Navidad. Hay operarios invisibles que hacen que Sevilla sea el lugar más bello del universo en Primavera.
Como si lo viera. Subido a una escalera dotando a los naranjos de la ciudad salpicaduras blancas. Blancas como las túnicas que vestirán las niñas por primera vez, acompañando a la Borriquita el Domingo de los sueños...
Subido a un balcón, colocando colgaduras carmesíes, o banderas con el NO8DO en el Salvador. Bien sujetas, y bien coronadas con una palma trenzada.
Sentado en el Salvador, colocando tablas y tablas, para hacer del lugar, un sitio de diversión a nuestra infancia cofrade, que en recuerdos, todavía soñamos con unas papitas fritas en aquella plaza, subiendo y bajando la "rampla", o escalando para ver de cerca al paciente Montañes.
Subido alrededor de espadañas y torres, y avisando a los vencejos de que vuelen y píen celerosos, anunciando lo que está por llegar.
Subido al cielo, y pintando de colores distintos el techo que nos cubre. Por la mañana un Azul Hiniesta, por la tarde un Morado Estrella, y por la noche, un negro salpicado de estrellas, con sus brillos y sus sombras, como las túnicas que salen de la basílica de Jesús del Gran Poder.
Ya que estás subido al cielo, recuerda que no quiero manchas grises. Que ni a mí, ni a nadie en Sevilla nos gustan por ésta época.
Todo en relación. Un divino trabajo. Un operario divino, que sin verlo, y sin que nos demos cuenta, pasea por la ciudad con su escalera, y con su sonrisa dejando miguitas, para que nos demos cuenta que se acerca sin prisas, pero sin pausa, la Semana que es una Vida, y la Vida que es una Semana...
42 días...
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