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Érase una vez...

Érase una vez una mujer. Morena, guapa, de mediana estatura... Cantillanera... Una enamorada de Triana, que pronto fue a vivir con su familia a la calle San Jacinto, encima del "Turia" frente al Infanta Luisa.

Matilde, que así se llamaba, cuidaba bien de los detalles y los pormenores de todo aquello que giraba en torno a sí. Todos los días, después de dejar a los niños en el colegio, bajaba san Jacinto, e iba a visitar a una ilustre vecina... De nombre, Estrella.

Se sentaba frente a ella, y le contaba sus cosas, y siempre se despedía con una oración corta. Cuando volvía de verla, Matilde iba más sonriente y más reconfortada.

Pronto la conocí, con los primeros albores de la vida. Matilde me inculcó pronto el amor a aquella mujer que conocí mucho después, y sin saberlo la quería. Matilde hizo bien su trabajo. Y su lucidez nos dejó, incluso mucho antes que ella.

Escribo ésto, porque hoy he visto a Estrella, como supongo que la veía mi abuela, Matilde.
Hoy Matilde es un ángel tenante de la nube de la Asunción de Cantillana, y una Estrella más en el firmamento de la gente buena... Y yo sigo aquí, descubriendo en la Estrella aquél amor que me inculcó mi abuela.


Las cosas Bellas permanecen en el tiempo...

Comentarios

Pepe ha dicho que…
Simplemente ¡PRECIOSO!
Zapateiro ha dicho que…
Una entrada muy emotiva, enhorabuena.

Un saludo.

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Londres

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La vida es como un río... quizás eso lo dé por hecho todo el mundo... quizás sea yo el extraño o el raro que la vea como un parque, un parque frondoso y lleno de árboles en el que un árbol trata de cada cosa, y otro de otra muy distinta... Hoy me he fijado en el árbol de los amigos, y he recapacitado sobre éste árbol, que siendo uno de los más grandes de mi parque, tiene muchas hojas de un color y otras de otro. Yo soy el tronco (sin afán de protagonismo), y hay diversas formas de ser amigo. Hay amigos que los llevas tan pegado al corazón, que forman una parte indisoluble de ti... Son unas ramas que salen del tronco, que ayudan a sostener la copa, cuando se acercan los días de viento, o las grandes lluvias. Son poco más que los dedos de mi mano, pero si ellos no estuvieran, éste tronco que les habla, sería más bien un hierbajo... Hay, otros amigos que salen de éstas ramas, son las ramitas, a los que quizás no veo en meses o en años, pero que siempre están ahí, y con 5 minutos...

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