Permitidme Sevillanos de a pie, el haceros llegar un artículo que habla y suena menos de lo que debería. Lo que fuimos, lo que es, y lo que será...
Sentada en su trono del altar del jubileo, con el manto celeste de las grandes solemnidades, la Virgen de los Reyes asiste esta noche de viernes de noviembre a la despedida de un cardenal.
Uno más. Ella sí que ha visto a lo largo de las siglos el trasiego de purpuras y de de mitras sin que se le turbe la sonrisa etrusca con la que se adorna el rostro. Uno más. Sin embargo hoy lo que ocurre a sus plantas rara vez ha sucedido.
Frente por frente ve a una duquesa, eso es normal, pero a pocos metros observa a un joven que se anuda al cuello una keffiyah o pañuelo palestino. No es lo único que le llama la atención. Cerca del maestrante se encuentra el representante de los trabajadores de Boliden; a pocos metros de los canónigos está el Padre Patera; no muy lejos de José Sánchez Dubé anda el heterodoxo Joaquín Moeckel junto a su hijo que después participaría en el ofertorio; tras Soledad Becerril se sientan las dos Siervas de Jesucristo sacerdote junto a las limpiadoras de Palacio, en la ceremonia tiene un papel destacado el diácono al que este año no le han dejado ordenarse sacerdote, Ayarra toca piezas de toda la vida y también la melodía de aquella canción peruana que universalizaron Simon & Garfunkel, El cóndor pasa: “prefiero ser un cóndor que un gorrión y volar sin soñar y sin canción” ; al lado de unas señoras devotas que no dejan de llorar dos jóvenes adornados con piercings asisten a la misa con la mirada perdida.
No está ni Cañizares, que vino a la toma de posesión de Asenjo, no ha venido ningún cardenal español ni por aquello de la camaradería corporativa, pero el templo está lleno de monjas, sobre todo de Hermanas de la Cruz que probablemente hayan dejado vacío el convento y trasnochan por una vez en la vida.
En su homilía el Cardenal se acuerda de todos, no deja a nadie fuera, ni a quienes “desde otros credos o sin profesar alguno, han estado a nuestro lado colaborando por el bien de la comunidad humana”. A la hora de la comunión se forma una fila interminable delante del lugar donde se encuentra Don Carlos. A su lado el Arzobispo Asenjo no tiene a nadie delante. Jesús Pérez Saturnino le dice a los fieles que se pasen a la fila de Don Juan José. Nadie se da por aludido. Asenjo se da la media vuelta y desiste de dar la comunión. Supongo que lo entenderá.
Pasadas las once y veinte de la noche el Cardenal recibe los últimos saludos. También el hermano Pablo Noguera que con los ojos rojos de llorar pide a quienes le abrazan que no se olviden nunca de ellos. Antonio el sacristán está recogiendo. Acaba de despedirse un Cardenal. Uno más. Cuando se apagan las luces dicen que alguien escuchó una voz de mujer desde lo alto.
“Niño, y tú en estas cosas no te metes” “No mamá. Cuando sea mayor tendré que decir que mi reino no es de este mundo”.
Escrito por José Cretario
Domingo, 15 de Noviembre de 2009 07:26
Fuente: Pasión en Sevilla.
Fuente Gráfica: Artesacro.
Sentada en su trono del altar del jubileo, con el manto celeste de las grandes solemnidades, la Virgen de los Reyes asiste esta noche de viernes de noviembre a la despedida de un cardenal.
Uno más. Ella sí que ha visto a lo largo de las siglos el trasiego de purpuras y de de mitras sin que se le turbe la sonrisa etrusca con la que se adorna el rostro. Uno más. Sin embargo hoy lo que ocurre a sus plantas rara vez ha sucedido.
Frente por frente ve a una duquesa, eso es normal, pero a pocos metros observa a un joven que se anuda al cuello una keffiyah o pañuelo palestino. No es lo único que le llama la atención. Cerca del maestrante se encuentra el representante de los trabajadores de Boliden; a pocos metros de los canónigos está el Padre Patera; no muy lejos de José Sánchez Dubé anda el heterodoxo Joaquín Moeckel junto a su hijo que después participaría en el ofertorio; tras Soledad Becerril se sientan las dos Siervas de Jesucristo sacerdote junto a las limpiadoras de Palacio, en la ceremonia tiene un papel destacado el diácono al que este año no le han dejado ordenarse sacerdote, Ayarra toca piezas de toda la vida y también la melodía de aquella canción peruana que universalizaron Simon & Garfunkel, El cóndor pasa: “prefiero ser un cóndor que un gorrión y volar sin soñar y sin canción” ; al lado de unas señoras devotas que no dejan de llorar dos jóvenes adornados con piercings asisten a la misa con la mirada perdida.
No está ni Cañizares, que vino a la toma de posesión de Asenjo, no ha venido ningún cardenal español ni por aquello de la camaradería corporativa, pero el templo está lleno de monjas, sobre todo de Hermanas de la Cruz que probablemente hayan dejado vacío el convento y trasnochan por una vez en la vida.
En su homilía el Cardenal se acuerda de todos, no deja a nadie fuera, ni a quienes “desde otros credos o sin profesar alguno, han estado a nuestro lado colaborando por el bien de la comunidad humana”. A la hora de la comunión se forma una fila interminable delante del lugar donde se encuentra Don Carlos. A su lado el Arzobispo Asenjo no tiene a nadie delante. Jesús Pérez Saturnino le dice a los fieles que se pasen a la fila de Don Juan José. Nadie se da por aludido. Asenjo se da la media vuelta y desiste de dar la comunión. Supongo que lo entenderá.
Pasadas las once y veinte de la noche el Cardenal recibe los últimos saludos. También el hermano Pablo Noguera que con los ojos rojos de llorar pide a quienes le abrazan que no se olviden nunca de ellos. Antonio el sacristán está recogiendo. Acaba de despedirse un Cardenal. Uno más. Cuando se apagan las luces dicen que alguien escuchó una voz de mujer desde lo alto.
“Niño, y tú en estas cosas no te metes” “No mamá. Cuando sea mayor tendré que decir que mi reino no es de este mundo”.
Escrito por José Cretario
Domingo, 15 de Noviembre de 2009 07:26
Fuente: Pasión en Sevilla.
Fuente Gráfica: Artesacro.
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